En estos días se ha instalado en la
sociedad de nuestro país, un tema muy importante y delicado a la vez;
determinar la edad, a la que deben ser responsables los adolescentes, ante la
justicia.
Actualmente la responsabilidad del
menor es a la edad de 16 años, pero hay un debate abierto para
bajarla a los 14. No obstante hay países que aplican condenas a partir de los
10 años.
Supongamos que nuestros representantes terminen aprobando, imputar un delito, a un niño de 14 años y que este sea condenado a varios años de prisión.
Supongamos que nuestros representantes terminen aprobando, imputar un delito, a un niño de 14 años y que este sea condenado a varios años de prisión.
Si alguien comete un ilícito, debe ser
retirado de la sociedad por el tiempo que sea necesario para ser rehabilitado,
cosa que en la mayoría de los casos no sucede. Porque lamentablemente el
sistema carcelario nunca le ha dado prioridad a la rehabilitación del
delincuente, eso explica por qué hay tantos reincidentes.
En estos debates todos hablan de
condenar a los adolescentes, pero pocos aportan ideas de qué hacer con
ellos.
Todos sabemos que una de las principales causas es la droga y en los más pobres el efecto producido por el «Paco», una droga de muy bajo costo elaborada a partir de bicarbonato de sodio, cafeína, alcaloide de cocaína y anfetaminas. La composición que presenta, es altamente tóxica y adictiva. Para cualquier persona adicta a este tipo de sustancias, la diferencia entre la vida y la muerte, no existe. Para ellos nada tiene valor, ni la amistad, ni la familia, ni su propia vida, solo la droga.
Todos sabemos que una de las principales causas es la droga y en los más pobres el efecto producido por el «Paco», una droga de muy bajo costo elaborada a partir de bicarbonato de sodio, cafeína, alcaloide de cocaína y anfetaminas. La composición que presenta, es altamente tóxica y adictiva. Para cualquier persona adicta a este tipo de sustancias, la diferencia entre la vida y la muerte, no existe. Para ellos nada tiene valor, ni la amistad, ni la familia, ni su propia vida, solo la droga.
Si la ley se aprueba, tal y como la
sociedad lo está reclamando, será bienvenida. Pero... ¿Quién puede decir o
creer, que ésta será la solución?
Mientras miles y miles de niños sigan creciendo en hogares insalubres, donde las figuras paternas no existan; crezcan hacinados entre basuras y escombros. Mientras haya niños que jamás han recibido ni recibirán amor, cariño, una muestra de afecto, que nunca han ido al colegio y que solo han recogido las enseñanzas de la calle... Nada cambiará y menos, simplemente por bajar la edad penal del adolescente.
Mientras miles y miles de niños sigan creciendo en hogares insalubres, donde las figuras paternas no existan; crezcan hacinados entre basuras y escombros. Mientras haya niños que jamás han recibido ni recibirán amor, cariño, una muestra de afecto, que nunca han ido al colegio y que solo han recogido las enseñanzas de la calle... Nada cambiará y menos, simplemente por bajar la edad penal del adolescente.
Yo no me atrevo a decir que eso no sea
necesario, pero debe ir acompañado de muchas otras medidas, si no, no
lograremos nada a excepción de tener una mayor población de reclusos.
Hay algunos datos estadísticos muy interesantes que deberíamos contemplar y analizar:
Hay algunos datos estadísticos muy interesantes que deberíamos contemplar y analizar:
Un adolescente al cumplir los 15 años
ha visto, en las pantallas del cine o de su televisor, la muerte de más de
40.000 seres humanos y 200.000 actos de violencia. Los dibujos animados,
supuestamente destinados a entretener y formar a los más pequeños, están
plagados de escenas violentas.
Y por si eso fuera poco, son muchísimos
los niños y adolescentes que pasan numerosas horas del día con los videojuegos,
donde casi siempre se trata de matar y destruir al supuesto enemigo.
Estados Unidos es un país donde la justicia funciona de verdad, donde los delincuentes van a la cárcel y se quedan varios años, para pagar sus errores y donde también tienen cárceles para niños, aun así, tienen estadísticas aterradoras: Se comete un delito cada 25 segundos, un asalto a hogares cada 9 segundos, una violación cada 6 minutos y un homicidio cada 25.
Estados Unidos es un país donde la justicia funciona de verdad, donde los delincuentes van a la cárcel y se quedan varios años, para pagar sus errores y donde también tienen cárceles para niños, aun así, tienen estadísticas aterradoras: Se comete un delito cada 25 segundos, un asalto a hogares cada 9 segundos, una violación cada 6 minutos y un homicidio cada 25.
Vicente, hace unos años tuvo la
posibilidad de ir a dar un concierto a una cárcel para niños. Cuando empezaron
a llegar y sentarse en las sillas del auditorio, no podía creer lo que estaba
viendo, niños y niñas de 10, 12 años que estaban allí porque habían matado a
compañeros, hermanos, padres... nunca olvidaré la mirada de algunos de ellos,
como si quisieran decirme, «somos malos, somos asesinos, a pesar de nuestra
cara de angelitos, no hay futuro, no hay esperanza, no hay perdón para
nosotros»
Si bien el castigo de la privación de
la libertad debe existir y estoy totalmente de acuerdo, la situación se debe
tratar desde otro punto de vista. La prevención sería la solución, tratar con
los niños en situación de riesgo desde muy pequeños.
El gran problema es cómo hacerlo.
Sabemos que desde el hogar en la mayoría de los casos es imposible, los
sistemas sociales funcionan a medias, la iglesia hace lo que puede y la
sociedad solo piensa que la solución está en la cárcel.
Se ha desatado una epidemia que puede
transformarse en pandemia, y es muy poco lo que se hace para combatirla, con
aislar al enfermo no basta. Hay que eliminar el virus, que nació con Adán y Eva
y que se ha ido transmitiendo a través de los tiempos y hoy parece fuera de
control. Creo que te imaginas de qué estoy hablando, ¡Sí! del mal que habita en
nuestro corazón, que acampa a sus anchas en nuestra sociedad y se manifiesta a
través de familias, hogares que no funcionan como tales, hasta destruir por
completo a cada uno de sus miembros. Muchos saben cómo combatirlo, pero son muy
pocos los que se animan y comprometen.
Esta es la historia de un chico de
clase media después de un romance enfermizo con el «Paco»: Empecé a consumir
desde niño. Un jueves comencé a drogarme y estuve sin dormir hasta el lunes
siguiente. A los cigarrillos, les ponía pasta base y ceniza, llegue a fumar
hasta 20 en dos horas. Ese día me imaginé que tres chicos me venían siguiendo y
que uno me había mostrado un arma. Convencí a unos amigos y los fuimos a
buscar, encontramos a uno y lo destrozamos. Enseguida vinieron los delirios de
persecución, veía patrulleros por todas partes y sentía que me estaban buscando,
salía corriendo y me encerraba en mi cuarto con los ojos cerrados. Al abrirlos,
empecé a ver caras en el piso que me miraban y se reían. Se reían de mí. Pensé
que me estaba muriendo de una sobredosis...
Cuando un joven está en esta situación,
en este estado, ¿qué importancia puede tener tanto la vida de los demás, como
la suya propia? Lo único que pasa por su mente es que tiene que robar y en
muchos casos hasta matar a quien sea, para conseguir más droga y para que poco
a poco, su cerebro y su vida se vayan extinguiendo.
¿Qué podemos hacer con ellos? Existen
muchas instituciones que intentan recupéralos, pero el éxito es tan
insignificante que son muchos más los que comienzan a consumir, que los que la
dejan.
¿Dónde está la solución? Puedo
asegurarte que solo con penas de cárcel, ¡No! Particularmente pienso, que la
única y verdadera solución, está en un plan integral que involucre al Gobierno,
la Policía, la Sanidad, Justicia, Iglesia y a toda nuestra sociedad.
Entre todos deberíamos aportar los
métodos, las herramientas y los recursos necesarios, pero sin olvidarnos del
único antídoto contra ese virus, que ha dado muestras de ser efectivo y
eficiente.
Son muchas las recetas que se han aplicado a través del tiempo, pero pocas han dado el resultado esperado, porque todas esas fórmulas se olvidaban del ingrediente fundamental, Dios.
Son muchas las recetas que se han aplicado a través del tiempo, pero pocas han dado el resultado esperado, porque todas esas fórmulas se olvidaban del ingrediente fundamental, Dios.
Él es el único que puede romper con la
adicción a las drogas, y transformar la violencia, el odio, la venganza, el
rechazo, en reacciones y conductas positivas. Él es el único que puede
devolvernos la dignidad que el mal y nuestros propios errores nos han robado.
«Deja
que Dios sea parte de tu vida, permite que Él te aconseje y vaya transformando
tus reacciones, tus conductas y tus hábitos. Porque no se trata solo de dejar
de hacer ciertas cosas, de consumir, o de lo que sea, sino de empezar a vivir
de tal manera que podamos descubrir el propósito de nuestra existencia y
cumplirlo»
«Si quieres volver a empezar y ser la persona
que siempre fuiste, acepta el tratamiento de un profesional, busca el cariño y
el amor de tus seres queridos, pero por sobre todo no dejes de aceptar la
presencia de Jesús en tu vida, para que el resultado sea exitoso y para
siempre»
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